Razón y emoción

Razón y emoción

Al grano:

El problema de la oposición hoy en México es que tiene razón, pero no tiene emoción.

El problema del presidente López Obrador es que tiene emoción, pero no tiene razón.

Y el problema de los ciudadanos es que vivimos y dependemos de las razones y no de las emociones. La comida o las medicinas no se pagan con discursos incendiarios que acusan a quienes las venden de ser abusivos o corruptos; el precio de la gasolina y la electricidad bajará sólo si se produce a menor costo; el ingreso familiar no aumentará culpando al pasado, sino creando en el presente las condiciones necesarias para un mejor futuro.

Es increíble, pero la solución más rápida sería que AMLO, aprovechando su popularidad basada en emociones, tomara decisiones racionales. Si así lo hiciera, si gobernara además de con el estómago, con la cabeza, no tendría que estar atacando a nadie, nos tendría a todos en la bolsa y entonces sí que pasaría al lado bueno de la historia.

En las condiciones actuales, se volvería políticamente invencible quien logre capitalizar las emociones que dieron cauce a la 4T y agregue a éstas, sin engaños ni dobleces, las razones válidas de la oposición.

Y cuando hablo de oposición me refiero no sólo a los desacreditados partidos políticos, sino a los ciudadanos informados, honestos y trabajadores que no nos dejamos engañar y que al igual que los más pobres, estamos hartos de la corrupción, de la inseguridad, del histórico mal funcionamiento del gobierno y del deterioro de la clase política en general, tema que en la 4T se ha exacerbado debido a ese ilógico y nefasto afán de privilegiar la lealtad sobre la capacidad, es decir, la emoción sobre la razón.

El Presidente tiene muchos aciertos emocionales y pocos aciertos racionales.

Acierta en señalar el desinterés, racismo, clasismo y discriminación histórica hacia los que menos tienen. Acierta en señalar la corrupción del pasado, los privilegios y riquezas mal habidas al amparo de contubernios entre el gobierno y cierta oligarquía empresarial.

Sus errores racionales son muchos: la caprichosa cancelación del aeropuerto de Texcoco, la construcción del AIFA y la refinería de Dos Bocas, la cancelación del Seguro Popular y la creación del Insabi; el desabasto de medicinas... y un largo etcétera.

Pero lo que más indigna es la corrupción purificada de su gobierno y la manipulación y el abuso de las emociones del desinformado y selectivamente llamado "pueblo" con fines meramente electorales.

Por su parte, la oposición si bien tiene infinidad de aciertos racionales, éstos sirven de poco frente a sus desaciertos emocionales. Con datos duros, con pesos y centavos, con las leyes y la Constitución en la mano, intenta(mos) convencer a las mayorías capturadas emocional y sentimentalmente por el Presidente, de la inviabilidad o ilegalidad de sus proyectos, del despilfarro de recursos públicos, del aumento de pobres y de la inseguridad, o de que el Presidente es un inepto que ha dividido al país y nos está llevando a la ruina. Sobre todo, cuando la ruina a la que la oposición se refiere cuando habla, sería el paraíso de los que escuchan.

A la oposición le critico el no buscar una conexión emocional con los que menos tienen y el no proponer políticas públicas y fórmulas racionales viables, entendibles y de efectos inmediatos para reducir desigualdades.

Lo malo para todos, y el Presidente lo sabe y lo ha dicho, es que, en una sociedad pobre y desinformada, lo que produce votos no son las razones, sino las emociones. En otras palabras, como es un hecho que la mayoría vota con el estómago, es a éste "órgano" al que hay que hablarle, tal y como lo hace todos los días el Presidente, y no al cerebro.

La comunicación racional de los ciudadanos-opositores con el Presidente y sus seguidores es imposible. Hablamos idiomas diferentes, uno gástrico y otro lógico.

El Presidente habla de estómago a estómago, los opositores hablamos de cerebro a cerebro. La desconexión se da al intentar comunicar el cerebro a los estómagos.

La solución de fondo y para beneficio de todos, en el sentido más incluyente, será encontrar un líder político que al mismo tiempo de tener razón provoque emoción, que piense con la cabeza, calle el estómago y hable con el corazón.

"De nada sirve la victoria de una razón que hace perder la razón".

Yo