Voto joven


Este artículo va dirigido a los jóvenes (genérico que incluye a las "jóvenas") que no piensan ir a votar, y que no creen que su apatía cívica y desinterés por la vida pública terminará afectándolos directamente y, de pasada, a todos.

La mayoría de ellos dan por hecho que todo lo que tienen, sus libertades, sus derechos, su salud, su poder adquisitivo, su patrimonio y negocios familiares, etcétera, estarán ahí siempre a pesar de que no hagan nada para defenderlos de las amenazas y riesgos que el poder público presenta. No se dan cuenta que democráticamente hablando son mayores de edad, y por lo tanto corresponsables de la marcha del país.

No leen, no están informados y no ven el impacto que la política puede tener en sus vidas. Solo les importa lo que pasa de la barda de sus casas y negocios para adentro. Lo que pasa afuera no es asunto suyo. Le invierten tiempo y dinero a su egoísta, superficial y valemadrista estilo de vida personal, y se interesan poco o nada en asuntos de la comunidad. ¿Ir a votar? ¿Para qué? ¡Qué hueva! No conozco a los candidatos, no hay a cuál irle, todos los políticos son corruptos, mi voto no hará la diferencia, etcétera, son las principales razones que esgrimen para hacerse a un lado y evadir su responsabilidad cívica.

Es necesario y urgente hacer ver a los jóvenes la importancia de salir a votar este 6 de junio (y todas las veces que el voto ciudadano sea requerido) y la trascendencia que el voto tiene para su propio futuro y el de los demás.

Si la apatía cívica solo perjudicara a quienes no votan, me quedaría callado, pero desgraciadamente el abstencionismo nos perjudica a todos.

Como dato: hay 38 millones de jóvenes en México, y los que tienen entre 20 y 25 años de edad son los que menos votan. No se dan cuenta del poder que tienen. Podrían, si quisieran, decidir el rumbo, el futuro del país, que curiosamente es más suyo que de los adultos que tenemos menos años por delante.

A los jóvenes apáticos, desinteresados en la política, hay que mostrarles ejemplos claros y tangibles de las consecuencias que las políticas públicas impulsadas por el gobierno tienen en su vida personal. Deben saber que si un gobierno (democráticamente electo a través del voto que les da flojera ejercer) por ejemplo, cancela sin motivo alguno un proyecto de inversión en marcha, cierra las estancias infantiles, regala el dinero de nuestros impuestos, toma decisiones que producen desabasto de medicinas, etcétera, se genera un clima de desconfianza para la inversión privada nacional y extranjera, lo cual desencadena una serie de efectos negativos que terminan por afectar la calidad de vida de todos, ellos incluidos. Más de alguno habrá visto derrumbarse la economía de su familia; más de alguno habrá sufrido en carne propia la inseguridad, la ineficiencia del sistema de salud pública, el alza de precios de los combustibles, etcétera, y todo de alguna manera tiene que ver con las políticas públicas impulsadas por gobernantes que ganaron sus puestos en las urnas.

Todos, y en especial los que más cómodos están, deben entender que los riesgos del país también son su riesgo. Hay que explicarles, sin rodeos, lo que está en juego en estas elecciones, y la importancia que tiene la renovación de la Cámara de Diputados por los acuerdos y decisiones que en ella se toman.

Hay que hacerles ver que la indiferencia y desidia para ocuparse de los asuntos públicos tiene consecuencias negativas que no se ven de manera inmediata, pero tarde o temprano irremediablemente llegan.

Está bien buscar beneficio y placer personal, pero esa búsqueda se vuelve un acto deleznable cuando ignora, destruye o atropella el bienestar colectivo.

Pensar en los demás, cambiar nuestras decisiones cuando éstas afectan a otros, o simplemente porque son ilegales, es lo que nos hace ser buenos ciudadanos, individuos socialmente responsables y con actitudes de solidaridad y compañerismo que nos convierten en la parte sana y confiable de la familia humana.

Lo menos que podemos hacer por el bien común es votar.

El argumento de los abstencionistas, flojos o inconscientes que no votan porque ningún partido o candidato les gusta, no es válido. Si ninguno les gusta, deben salir a votar y elegir el mal menor. Porque si de una cosa podemos estar seguros, es de que siempre es posible estar peor.

"Tenemos el gobierno
que los abstencionistas merecen".

Yo