Eufemismos

La historia de nuestro país, y del mundo en general, está llena de personas que encabezan directamente, terminan involucradas o siendo cómplices de toda clase de conductas inmorales, delitos y crímenes que van desde la satisfacción de sus más bajos instintos, la corrupción individual o de todo un sistema, hasta asesinatos selectivos o genocidios.

Todo perpetrado por líderes y achichincles de éstos que tienen o sienten tener el poder para utilizarlo con total impunidad.

El especialista en conductas éticas Craig Johnson decía, con razón, que "vivimos en una sociedad centrada en líderes, a los que les damos demasiado crédito por las cosas buenas que pasan, de la misma manera que les asignamos más culpas de las que les corresponden por lo malo que pasa. Nos gusta siempre encontrar culpables absolutos de todo lo malo, mientras que, con lo bueno, somos menos generosos". A los buenos líderes les regateamos el crédito que se merecen, y a los malos, les endilgamos todos los males habidos.

La verdad es que todos tendemos a pensar que somos más morales de lo que realmente somos, y el análisis que Johnson hace al respecto es fundamental para entender por qué muchas personas inicialmente buenas se hacen malas.

La justificación de las conductas malas, según Johnson, "comienza con la persona enfocándose en los beneficios resultantes de dicha conducta (normalmente dinero o prebendas), y si el beneficio es lo suficientemente importante, la persona comienza a creer que el fin justifica los medios".

Cabe señalar que la importancia de un determinado beneficio es relativa: lo que para unos puede ser una bicoca, para otros lo es todo.

"Una vez desactivados los códigos morales de conducta es muy difícil volverlos a conectar", dice Johnson. Y por increíble y simple que parezca, el uso de eufemismos ayuda a sobrepasar límites de comportamientos inmorales o delictivos antes impensables.

El no llamar a las cosas por su nombre es lo que permite a los delincuentes y personas inmorales justificar sus acciones y "dormir tranquilos".

Pareciera que con el solo hecho de evitar pronunciar palabras "tabú", las palabras originales que definen perfectamente lo que se quiere decir, pierden su efecto cognitivo y nos transportan a un mundo menos grotesco y mucho más probo que el real.

De esa manera sustituimos voces socialmente ofensivas o escondemos conductas inaceptables en una determinada situación por otras menos graves o más "elegantes", hasta adoptar un "metalenguaje" nocivo que cambia el significado de las cosas, haciendo que lo malo parezca bueno o "menos malo" y lo grotesco, bajo o soez, se vuelva aceptable, y en algunos casos hasta gracioso.

No se soborna, se agilizan trámites o se aceitan maquinarias; no se roba, se abusa de la confianza; no se mata, se elimina; no se despoja, se nacionaliza; no se discrimina, se reserva el derecho de admisión; a los empleados no se les despide, se les deja ir; no se insulta, se ejerce la libertad de expresión; las mujeres no dan a luz, se alivian; los borrachos ricos se ponen alegres y los borrachos pobres... esos siempre serán borrachos.

Si bien "las formas importan", hay una enorme diferencia entre "suavizar" el lenguaje para hacerlo más amable, a mentir o tratar de esconder la realidad.

Las formas pueden no gustar, y se pueden cambiar, sí, pero la verdad por dura o grave que sea nunca se podrá cambiar por otra.

Debemos llamar las cosas por su nombre, especialmente aquellas que tienen que ver con conductas delictivas. Utilizar eufemismos para encubrir delitos evidentes o cubrir con velos de santidad conductas a todas luces inmorales, nos mete a todos en un mundo de ficción.

Un delito es un delito, no una "equivocación" sin consecuencias. La ley es la ley, no una sugerencia de acatamiento discrecional.

No podemos seguir dejando que se pisotee el Estado de derecho y dejar pasar como si nada conductas carentes de ética y violaciones a la ley que todos los días ciudadanos y políticos de todos los niveles cometen, incluyendo hasta el propio Presidente, quien es el principal promotor de los eufemismos que nos desconectan de la realidad y encubren ilegalidades, corrupción y contubernios.

Dice el Presidente que no son iguales, pero las cosas hay que decirlas como son: sí son iguales, y en muchos casos creo que hasta peores.

"Yo no me equivoco. Solo que a veces hago lo que no debí hacer".

Yo