Sociedades solidarias

La diferencia entre solo dar
y dar y solidaridad es la dignidad.

Hace cinco años hubo un referéndum en Suiza para decidir si se aprobaba o no una política de bienestar social que habría proporcionado a todos los ciudadanos un ingreso mensual garantizado de 2 mil 500 francos suizos (2 mil 520 dólares), independientemente de su situación laboral o de riqueza.

Contrario a lo que la mentalidad mexicana diría, aplicando el dicho popular que dice "a quien le dan pan que llore", el 77 por ciento de los suizos votó en contra; sí, en contra de una medida que les daría dinero a todos a cambio de nada.

Este ingreso hubiera sido para todos incondicional y libre de impuestos, y habría reemplazado varios pagos de asistencia social.

Lo importante de esto son las razones que tanto el gobierno como los ciudadanos esgrimieron para rechazarlo. El gobierno argumentó que se habrían necesitado 25 mil millones de francos suizos al año, lo que obligaría, ya sea al aumento de impuestos o a recortes en gastos que dañarían la economía en su conjunto. Por su parte, el Parlamento temía que de aprobarse la medida "menos personas optaran por trabajar".

Lo anterior nos lleva a pensar si los programas sociales al estilo de la 4T, en los que se regala dinero a jóvenes sin ninguna condición o esfuerzo a cambio, ni siquiera el de estudiar, son una medida adecuada y sostenible para reducir la desigualdad en México, y si la asistencia social indiscriminada es la mejor forma para avanzar hacia una sociedad más inclusiva y solidaria.

No lo creo. Aclaro que no me refiero a las ayudas económicas a sectores de la población que no pueden valerse por sí mismos, y cuya subsistencia y bienestar es responsabilidad de todos, como la asistencia a adultos mayores, sino a las dádivas incondicionales para jóvenes y adultos perfectamente capaces de estudiar y/o trabajar.

Salvo por lo anterior, toda ayuda económica se debe condicionar a ciertos esfuerzos mínimos, al cumplimiento de determinadas metas académicas o técnicas, a la obtención de empleos formales o a concretar emprendimientos personales, y no simplemente al hecho de respirar.

Estoy convencido de que el camino de la ayuda social incondicional no reducirá las desigualdades ni superará la pobreza, y menos frente a los desafíos que el modelo actual de desarrollo presenta.

Más que regalar dinero sin ton ni son, o con objetivos políticos clientelares, lo que se necesita es ofrecer oportunidades reales y crear nuevos modelos de participación y asociación económica incluyentes que permitan que las capacidades de personas con posibilidades económicas y conocimientos dispares, aunadas a los recursos e incentivos que el gobierno destina a la reducción de las desigualdades, se canalicen eficientemente.

Sociedades mercantiles solidarias en las que expertos e inexpertos, ricos y pobres, puedan aportar lo que cada uno tiene, sabe o puede hacer para llevar a cabo proyectos económicos exitosos, en una relación mucho más profunda y significativa que la de patrón-empleado como hasta ahora ha sido.

En lugar de que las relaciones sociales sean antagónicas y divididas entre ricos y pobres o entre "fifís" y "chairos", como en este gobierno malamente se nos ha etiquetado a todos, los que caemos en la primera categoría podemos cambiar la óptica hacia la población más necesitada y no verla únicamente como "mano de obra" necesaria para hacer negocios, pagándoles lo menos posible para ganar lo más posible, sino como socios potenciales que pueden aportar a una sociedad común sus experiencias, sensibilidades y cosmovisión, y el entendimiento de otros productos y mercados.

Y el mismo cambio de óptica debe ocurrir en los que caen en la segunda categoría, la de "chairos", para que no generalicen y vean a los sectores más pudientes como personas despreciables y causa de sus infortunios, sino también como socios potenciales para llevar a cabo emprendimientos en conjunto.

A los que tenemos los conocimientos, las capacidades económicas, regulatorias y legislativas nos toca dar el primer paso para diseñar y crear las condiciones necesarias para que estas sociedades solidarias proliferen, funcionen de manera armónica y sin que ninguno de sus participantes pueda abusar o aprovecharse injustamente del otro.

"La diferencia entre solo dar
y dar y solidaridad es la dignidad".

Yo