Lecciones de la Patagonia

Lecciones de la Patagonia
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Escribo luego de navegar a través del famoso Estrecho de Magallanes, los fiordos de la Patagonia Chilena y en rumbo a Cabo de Hornos, ese lugar conocido como el "fin del mundo" que obliga a observar y a pensar. Y así, frente a glaciares milenarios que debido a la ausencia de oxígeno en sus entrañas expulsan el color azul; que por un lado se alimentan de nieve y por otro se derriten formando enormes lagos de agua dulce, pienso y observo cómo renace la vida sobre rocas y valles esculpidos por el hielo 14 mil años después de la última era glaciar.

Veo cómo sobre una piedra pequeños hongos y algas se unen para formar un liquen que al desarrollarse se convierte en turbas de las que brotan plantas y árboles que al paso del tiempo forman praderas y bosques que cubren montañas enteras.

Aquí se pueden observar sin intervención humana, los instintos y métodos de supervivencia de aves y animales terrestres y marinos, como los pingüinos que cambian su plumaje para poder adentrarse en las heladas aguas de la Patagonia.

Aquí se aprecian ciclos y procesos naturales, por momentos crueles y despiadados, y por momentos llenos de envidiable orden, paz y tranquilidad.

Aquí se piensa en la especie humana y en sus propios malévolos y despiadados métodos de supervivencia que nos han llevado a ser lo que somos.

Aquí se percibe la enormidad del planeta y la fuerza incontenible de la naturaleza. Aquí se piensa en la estupidez que significa creer que somos importantes y peor aún, indispensables.

Aquí en medio de millones de hectáreas deshabitadas, se piensa en las deshumanizadas y congestionadas ciudades en las que vivimos, en el absurdo modelo de sociedad que hemos construido y en el arbitrario valor que le hemos dado a las cosas que no sirven para nada sustancial, duradero o trascendente, y por las cuales hasta llegamos a pelear a muerte.

Aquí en el "fin del mundo" pienso que el camino elegido para construir la llamada civilización, fue el equivocado, y que el rumbo actual nos llevará inevitablemente a nuestra propia destrucción.

Supuestamente la cultura, las leyes y normas de convivencia que hemos diseñado debieron superar desde hace tiempo nuestros más bajos instintos, pero veo con pesar que eso no ha ocurrido. Los instintos animales simplemente han mutado. Nos hemos convertido en depredadores de nuestra propia especie, ya sea cazándonos abiertamente unos a otros (innumerables actos de barbarie, genocidios, limpiezas étnicas, discriminación y racismo dan cuenta de ello) o en formas mas sofisticadas que aniquilan de diferentes maneras a todo aquel que nos estorba, disgusta o se contrapone a nuestros planes, utilizando métodos depredatorios como el robo, el chantaje, el engaño, el abuso, la corrupción, etcétera.

Hemos dejado de pertenecer a la gran tribu humana, renegado de ella, olvidado su solidaridad y pasado a formar nuevas y pequeñas tribus gobernadas por fascistas, dictadores, mesías y fanáticos de todo tipo que pugnan entre sí para demostrar su verdad y hegemonía.

Tal vez la más importante lección que da la Patagonia y visitar el "fin del mundo", es reconocer nuestra insignificancia. Que hay más mundo que el nuestro y que debemos ver más allá de nuestras narices.

Reconocernos a nosotros mismos y a los demás como parte de la misma tribu y el parentesco de ser humanos, debiera ayudarnos a bajarle aunque sea un "puntito" a nuestras absurdas y banales peleas y discusiones, que por más grandes, ricos y poderosos que nos sintamos, por mas seguros que estemos de poseer la verdad, al final no somos nada.

Ver el mundo en su estado original y comprender su magnitud, es hacernos conscientes de nuestra insignificancia, de nuestra impotencia, y de que el día que el planeta se sacuda, se aleje o acerque tan solo un poco más al sol, todos, ricos y pobres, con nuestras posesiones o sin ellas, en un instante desaparecemos de la faz de la Tierra.

Hay una pregunta que con frecuencia se hace en los funerales de personas que en vida llegaron a acumular cantidades enormes de dinero y cuya elocuente respuesta viene al caso:

¿Sabes cuánto dinero dejó el difunto? ...¡Todo!

"A veces creo que no tengo nada, pero más bien tengo todo y no lo creo". Yo