Besos o datos
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Como ya me cansé de hablar y escribir de Trump, y comencé a escribir este artículo mientras disfrutaba el último puente vacacional del año, decidí quitarle densidad a las ideas y relajar la mente, aunque sea durante sólo los tres minutos que tomará esta inconsecuente lectura, que no todo en la vida tiene que ser serio y trascendental. Así que si hoy quieren seguir inmersos en la gravedad de la vida, mejor lean alrededor y guarden este pedazo de papel para cuando quieran cambiar de tema o necesiten empacar algo. Advertida la intrascendencia, les digo que siempre he observado con detenimiento el origen y significado de las palabras, y la capacidad que tienen tanto para precisar las ideas como para confundirnos, sobre todo cuando se utilizan o combinan mal, o cuando les damos sentidos distintos.

Un buen amigo mío dice que la diferencia entre los hombres y las mujeres, a la hora de comunicar o expresar ideas con palabras, es que "los hombres somos precisos, concisos y macizos, y las mujeres profusas, confusas y difusas".

Si bien esto es en buena medida cierto, los problemas y las discusiones de pareja surgen cuando en lugar de interpretar la intención del mensaje, con rigor académico nos atrevemos a señalar alguna imprecisión de las palabras utilizadas o nos molestamos porque según nosotros, preguntamos una cosa y nos responden otra.

Y peor aún si nuestros señalamientos son escuetos y sin ninguna clase de adorno o cortesía que los suavice. Y me estoy jugando el pellejo con en este artículo, porque he comprobado una y otra vez que señalarle a una mujer de manera lisa y llana un error lingüístico no es bien recibido, es tomado como una ofensa, como si les estuviéramos diciendo que son tontas. "Me entendiste, ¿verdad?" es la respuesta automática a cualquier señalamiento que compruebe un error lingüístico.

La razón por la que una plática cualquiera se transforma en una discusión acalorada es que hay dos tipos de conversaciones: la afectivas, que se enfocan en compartir sentimientos y experiencias, y que son mucho más frecuentes entre las mujeres, y las conversaciones informativas, que por lo general utilizamos los hombres.

Cuando una mujer se comunica o escucha en modo afectivo y el hombre se comunica o escucha en modo informativo es como si habláramos idiomas distintos. Esto explica por qué, para los hombres, "sí" y "no" son respuestas perfectamente válidas y para las mujeres significan malhumor o desinterés.

Y por si no fuera suficientemente complicado comunicarse en diferentes idiomas, los hombres escuchamos las preguntas y planteamientos en silencio, lo cual es percibido por las mujeres como falta de atención, cuando en realidad es lo contrario: mientras más en silencio estamos, más atención ponemos.

Los hombres, por nuestro lado, pedimos silencio cuando hablamos o respondemos a sus preguntas. El que platiquen mientras nosotros hablamos significa que no están escuchando nada de lo que decimos, pues no entendemos la capacidad que tienen para hablar y escuchar al mismo tiempo.

El psicólogo español Juan Bautista Pino lo explica de una manera muy clara y concisa (muy masculina, diría yo): "los hombres no hablamos para aproximarnos al otro, sino como una forma racional de comunicación en la que se suprimen los sentimientos". Si nos preguntan algo respondemos con datos, no con besos. Ahora, si nos piden besos... eso es otra cosa.

Lo que sin duda debemos aprender de este psicólogo es que en una conversación no hay ganadores. Sólo en los debates hay ganadores.

Nuestros problemas de comunicación con las mujeres se deben a que todas las conversaciones las convertimos en debates y pretendemos hablar con ellas como si fuésemos dos abogados negociando semántica de cláusulas contractuales.

Nos irá mejor a todos si entendemos que no es agradable para una mujer convertir las conversaciones cotidianas en duelos de palabras, o en debates académicos que coartan la espontaneidad y requieren un diccionario al lado para hacerse entender. ¿Seremos tan insensibles los hombres, tan obcecados, tan precisos concisos y macizos que la única manera como se nos ablanda la dureza del corazón es si en medio de nuestras conversaciones-debate logramos sacarle una lágrima a la mujer que amamos?

"Las lágrimas salen del corazón no del cerebro". Leonardo da Vinci