4E vs. 4T

Es un hecho: los jóvenes con edades entre 18 y 29 años y que representan casi una tercera parte de la lista nominal de electores son los que menos votan, los que menos interés tienen en los asuntos públicos, los menos informados, los más apáticos.

Cuando en encuestas ciudadanas se les ha preguntado a los jóvenes ¿por qué no votan?, sus respuestas dan pena o coraje: es que "no me enteré de la fecha de la elección"; es que "no contaba con credencial para votar"; es que "no conocía el lugar donde podía votar"; es que "no tenía importancia para mí el cargo que se elegía"; es que "no consideré que fuera importante mi participación"; es que "no llamó mi atención ninguno de los candidatos"; es que "no creo en la legalidad de las elecciones"..., puras excusas para aparentar que su abstencionismo es deliberado y no parecer tontos frente al encuestador.

Nos toca a los adultos, y en general a los ciudadanos informados, encargarnos de explicar a los jóvenes la importancia de su voto y comprometerlos a que lo ejerzan.

Pero si realmente queremos que vayan a votar, no bastan las sugerencias o recomendaciones, hay que hacerles ver y entender varias cosas, dándoles al menos cuatro explicaciones básicas (4E vs. la 4T): E1. Lo que les podría llegar a pasar a ellos, a sus seres queridos o a los negocios familiares de donde sale el dinero para pagar sus estudios o sus triviales y despreocupadas vidas, si por su apatía el partido de Morena, y la caterva de sus ineptos, corruptos y mafiosos representantes, llegaran a ganar las próximas elecciones por abrumadora mayoría. Y si, con razón, su respuesta fuera "es que todos los partidos son iguales o no hay a cuál irle", hablarles entonces del mal menor. E2. La importancia de la autonomía del INE y sus funciones. E3. La importancia de la separación de Poderes, del voto diferenciado, de los contrapesos, el significado de mayoría calificada en las Cámaras y el riesgo que implica el que un solo partido la tenga. E4. Hacerles ver que si todos hacemos lo mismo que ellos, y nos abstenemos de votar, habremos dejado el camino libre para que el ganador haga lo que quiera con nuestro futuro, con el del país y con la mismísima Constitución.

Un año antes de las elecciones del 2018 escribí en este mismo espacio un artículo titulado "Idiotas democráticos", del cual repito algunos fragmentos con la esperanza de que esta vez la idiotez abstencionista de los jóvenes sea menor que la de entonces.

En la democracia ateniense, la palabra idiota se utilizaba para referirse a todo aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino sólo de sus propios intereses (la raíz "idio", significa "propio" y es la misma de palabras como "idioma" o "idiosincrasia").

Atendiendo al significado original, podríamos llamar idiotas a todas las personas que se desentienden de las políticas públicas que los afectan.

Somos idiotas cuando nos importa un bledo el bien común y dejamos que otros resuelvan los problemas de todos de acuerdo con sus intereses personales; somos idiotas cuando toleramos que los políticos hagan leyes a modo para hacer lo que les venga en gana con nuestros derechos y con nuestros impuestos; somos idiotas cuando no hacemos nada, ni siquiera indignarnos ante la corrupción y la impunidad, y somos más idiotas aún cuando a pesar de todos los disparates, dispendios y barrabasadas que los políticos hacen, les damos fuero, privilegios y exenciones, y hasta caravanas les hacemos.

Todos los mexicanos, particularmente los jóvenes, debemos entender que los idiotas no somos los que nos involucramos en los asuntos públicos, los que opinamos, votamos o reclamamos de manera informada cada vez que la situación lo amerita, sino los indiferentes, los apáticos que no hacen nada para los demás y esperan que el otro, el vecino, el de enfrente, sea el que levante la voz y haga algo cuando las cosas públicas no funcionan o nos convertimos en víctimas de abusos y negligencias del gobierno en turno.

Cada uno es libre de ser o no un idiota democrático, pero quienes así lo decidan luego no se quejen de que gracias a su desinterés por lo común, su calidad de vida junto con la de todos se haya ido al carajo.

Si en las próximas elecciones cada adulto asiste a las urnas acompañado de al menos dos jóvenes informados más con las 4E anteriores que con la 4T de todos los días, las cosas pueden cambiar para bien.

"Todo pasa cuando se hace nada".

Yo