Iglesia de lo Posible

Se vale soñar, lo que no se vale
es engañar.

Se han preguntado ¿qué fue lo que dijo, prometió y ofreció López Obrador para capturar la atención, la mente y corazón de sus seguidores?

La respuesta es una: les dijo lo que querían oír y les ofreció lo que querían tener, sin importar que las promesas fuesen huecas o inviables. Al llamado "pueblo" le puso enfrente un "paquete" político-emocional irresistible que incluía dos cosas: la identificación del problema (los ricos y políticos corruptos del pasado) y la solución, o sea Él (escrito así, con mayúscula, como cuando hacemos referencia a un ser único, a una divinidad o a un Mesías).

Proponer soluciones mágicas e instantáneas a problemas sobresimplificados produce una sensación de alivio similar a la que producen los placebos y los productos milagro. AMLO y su pretenciosa 4T es eso, una medicina milagrosa para curar el mal de la pobreza y la corrupción, y que el pueblo ingiere sin investigar si su fórmula e ingredientes activos funcionan o no.

Ahora bien, ¿cuál es el discurso que la oposición debe adoptar para hacerle ver al pueblo -que no conoce y no tiene por qué conocer nada de administración y políticas públicas, de sistemas de salud, de la importancia del Estado de derecho, etcétera- que estamos peor que antes?

De nada sirve que la oposición salga todos los días a rebatir al Presidente con datos duros que demuestran su ineptitud y el fracaso de la 4T, cuando la mayoría de los mexicanos, y en especial los más pobres, lo que quieren escuchar son promesas de paraísos y bienestar. Y como además el discurso de repartición de culpas ya tiene dueño, y le sigue funcionando al Presidente a pesar de que no haya habido solución o mejora en ningún rubro, la estrategia y el mensaje de la oposición deben ser otros.

En el poco educado México los votos no se obtienen con datos duros, ni hablando de complejas y multidisciplinarias soluciones a los problemas nacionales. Para la mayoría de los mexicanos, votar por un partido o un candidato no es un asunto de evaluación de conocimientos y capacidades, es un asunto de creencias y esperanzas, un mero acto de fe.

En un país de creyentes como el nuestro, elegir un partido y a su máximo representante es como elegir una religión y creer en las palabras de su predicador.

La oposición debe dejar de atacar al Predicador de la iglesia en el poder, y crear una nueva iglesia con una nueva doctrina y elegir para su conducción no al mejor político, sino al mejor predicador, quien deberá decirle al pueblo lo que quiere oír. Así como todas las iglesias de alguna manera ofrecen lo mismo (amor, paz y un futuro mejor para todos), todos los partidos políticos y candidatos debieran prometer lo mismo: reducir la pobreza y acabar con la corrupción.

La única y fundamental diferencia ética de esta nueva iglesia de oposición y de su Predicador sería que en este caso las probabilidades de hacer realidad las promesas son mucho mayores, porque si algo hay en los cuadros de la oposición es capacidad y conocimientos para hacer las cosas.

La oposición también debe hacer las mismas promesas que la 4T, como la de reducir la pobreza y acabar con la corrupción, aunadas a otras promesas poderosas con las que las mayorías estarán de acuerdo. Por ejemplo: duplicar el salario mínimo; aumentar los apoyos económicos a los que menos tienen, pero esta vez no a cambio de nada, sino contra la obtención de grados escolares y empleos formales; garantizar el abasto de medicinas, aumentar los apoyos a adultos mayores; devolver el Seguro Popular, reabrir las estancias infantiles, etcétera.

En suma, lo que propongo es que la oposición haga y ofrezca lo mismo que la iglesia de AMLO, pero mejor, y con garantías de cumplimiento. Al pueblo hay que decirle lo que quiere oír, no para abusar una vez más de su buena fe, sino para que comparen capacidades y otorguen su voto a quienes cuenten con el talento, capacidad y conocimientos suficientes para hacer realidad las promesas; para ahora sí cumplir la palabra, para ahora sí, no mentir, no robar y no traicionar, y con el corazón en la mano pedirles que abandonen la Iglesia de lo Deseable y se unan a la Iglesia de lo Posible.

No necesitamos cambiar de sueño, lo que necesitamos es poner el sueño en manos de estadistas y no de charlatanes.

"Se vale soñar, lo que no se vale
es engañar".

Yo