Omnisciencia



Todos conocemos a alguien o nos topamos con personas que siempre están del lado contrario a lo que nosotros pensamos u opinamos. Personas que difícilmente coinciden, apoyan o le ven mérito alguno a lo que decimos o proponemos, y nunca nos darán la razón, al menos abiertamente.

Si se trata de negocios, nuestras ideas son defectuosas o insuficientes; si se trata de un problema familiar, nuestros puntos de vista son equivocados; si se trata de decidir entre opciones de lo que sea, desde un color hasta un restaurante, lo que a nosotros nos gusta a ellos les disgusta. Son el tipo de personas que si hablando de algún deporte les preguntáramos ¿a qué equipo "le van"?, nos responderían que al otro.

Por lo general, se esperan a que nosotros opinemos, ya sea para rechazar nuestras propuestas o sembrar dudas diciendo simplemente que "no les late".

Y no es que uno piense que nuestras ideas u opiniones sean siempre las mejores, pero cuando no hay argumentos válidos para la crítica, o ésta no es seguida por una propuesta o el compromiso de encontrar una mejor, la crítica pierde validez.

Es importante diferenciar las llamadas "dudas razonables", que son sanas cuando emanan de un sentido de responsabilidad, precaución y cautela, de las discusiones que convierten los debates en competencias de ego, que se dan cuando en las familias, en los negocios o en los grupos sociales hay personas que lo único que buscan es reconocimiento y por lo tanto rechazan sistemáticamente todo lo que no surja de ellos.

Sienten que dar la razón a otro los hace inferiores o parecer tontos y, para no sentirse así, le "buscan peros" a todo, haciendo infructuosas las discusiones e incómodas las situaciones.

¿Por qué pasa esto? En mi opinión (la cual surge solo de experiencias y observación) puede ser por lo siguiente: por la prepotencia, soberbia o arrogancia de personas con una excesiva valoración de sí mismas que las hace sentirse superiores a los demás y tratan de imponerse o destacar por medio de la fuerza verbal o simbólica, o tienen una enfermiza necesidad de reconocimiento; porque hay personas que tienen una economía significativamente mayor al promedio y se han dado cuenta que gracias a ello su credibilidad aumenta, particularmente en todos los que creen que una persona acaudalada (en algunos casos son simplemente ricos herederos) es automáticamente sabia y experta en todo, como si la omnisciencia, ese atributo que permite tener conocimiento de todas las cosas reales y posibles, y que es exclusivo de un "Dios", fuese inseparable de las fortunas.

Pero al margen de la credibilidad que el tener dinero produce (algunas personas hasta guapas se vuelven), la mayoría de las veces los choques intelectuales se dan por otros motivos, y que tienen que ver con diferentes jerarquías de valores, experiencias, cultura y conocimientos adquiridos, y en general por tener una distinta cosmovisión, entendida ésta como el conjunto de opiniones y creencias que conforman la imagen o concepto general que tenemos del mundo, y a partir de la cual valoramos o interpretamos todo.

Lo que hace verdaderamente imposible comunicarse civilizada e inteligentemente con otro, inclusive para acordar que no hay acuerdos, es la incapacidad de escuchar y la falta de transparencia y confianza. Sin ello es muy difícil lograr entendimientos. Si no escuchamos, si tenemos una agenda oculta o creemos que el otro la tiene, todo se vuelve especulativo y tomamos decisiones prejuiciadas, basadas en supuestos falsos o en percepciones en lugar de realidades.

Los diferentes puntos de vista, las diferentes posturas políticas, sociales y humanas no deben ser motivo para no conversar o debatir las ideas.

Pero una cosa es un debate de ideas y otra muy diferente una competencia de éstas. En los debates se escucha y se analizan datos, virtudes, defectos y posibles consecuencias. En la segunda, las razones y argumentos toman un papel secundario y todo se reduce (perdón por lo soez del masculino ejemplo) a ver "quién la tiene mas grande".

Al final, lo importante en toda discusión es poner atención a lo que se dice y no a quien lo dice, porque así como ser Presidente, jerarca o rico no es sinónimo de sabio, ser un ciudadano común, laico o pobre no es sinónimo de tonto.

"Tratando de entender nos ganamos
el derecho a tratar que nos entiendan".

Yo