Ganaron los buenos


La victoria de Joe Biden en las recientes elecciones de Estados Unidos es importante no solo porque Estados Unidos sea el país más poderoso del planeta o porque sea nuestro principal socio comercial, ni porque algunos pensemos que las políticas económicas y sociales de los demócratas sean en el largo plazo mejores que las de los republicanos, ni tampoco porque queramos entrometernos en los asuntos internos de otros países contraviniendo la política exterior mexicana de "no intervención" que nuestro Presidente selectivamente aplica (al presidente electo de Bolivia sí lo felicitó, al de Estados Unidos no).

Más importante que el triunfo de Biden es la derrota de Trump.

Su derrota significa la victoria de la decencia sobre la indecencia; la victoria de la verdad sobre las mentiras; el triunfo de la ética y los escrúpulos sobre la inmoralidad y la concupiscencia; el triunfo del espíritu de las leyes sobre las argucias; el triunfo del respeto, la educación y los buenos ejemplos, sobre la arrogancia, los abusos, los desenfrenos y la desvergüenza. En suma, la derrota de Trump significa el triunfo del bien sobre el mal. Esta vez ganaron los buenos.

Comparto exactamente los mismos sentimientos que el comentarista de CNN Van Jones expresó con lágrimas luego de que Joe Biden fuera declarado ganador: "Hoy es un buen día. Esta mañana es más fácil ser padre de familia. El carácter importa. Ser una buena persona importa. El carácter de la nación importa otra vez. Es más fácil hacer las cosas de la manera sucia y salirse con la suya, pero eso se nos regresa. Hoy es un buen día".

Con la derrota de Trump comienzan a cambiar muchas ideas nocivas arraigadas ya en las conductas sociales: hoy, por ejemplo, ser bueno es sinónimo de ser tonto; respetar la ley y no aprovecharse indebidamente de las circunstancias significa ser "güey"; ser macho y tratar a las mujeres sin respeto o como objetos sexuales significa ser "hombre"; utilizar argucias significa ser "inteligente" y, para muchos, ser un patán, cretino y caradura significa fortaleza y entereza.

La derrota de Trump es más importante que el triunfo de Biden porque significa el regreso de la admiración al éxito derivado del trabajo arduo y los verdaderos talentos, y no a las riquezas de pillos cuyas rápidas fortunas esconden historias de inmoralidad, crímenes y corrupción; significa respetar más a los estudiosos, educados y cumplidos, que a los bribones e irresponsables.

Por el lado de Biden, su triunfo significa que el mundo puede volver a ser de los buenos, esos que en los tiempos de la ley del revólver usaban sombrero blanco.

La derrota de Trump debe hacernos reflexionar en México, para que en lo sucesivo elijamos como gobernantes a la llamada "gente de bien".

Y, ¿cómo podemos saber a ciencia cierta quién es "gente de bien"? Se preguntarán algunos. Sí, es difícil saberlo, pero es muy fácil sentirlo.

Hasta hoy México ha sido un país en el que los "pillos" logran fácilmente lo que quieren y los que más bienes poseen. Hemos construido una sociedad que valora y mide el éxito de una persona en dinero sin importar el origen de su fortuna, olvidando convenientemente la inmoralidad y falta de ética que los delincuentes esconden tras los engañosos y encandilantes ropajes del poder, los lujos y el bluff.

Necesitamos cambiar el "mindset" mexicano que dice que "el que no transa no avanza", que la mejor y más rápida manera de triunfar en la vida es siendo pillo, sin que nada importe y sin detenerse un segundo a mirar a quién se atropella, porque la filosofía de los truhanes que duermen tranquilos es que "con dinero, todo se arregla", hasta el desprestigio social.

Los tiempos en que ser bueno es sinónimo de tarugo deben terminar.

Las próximas elecciones son la oportunidad para hacernos representar y poner al frente del país no solo personas avezadas, sino personas buenas, decentes y honorables, que prediquen con el ejemplo. Nos toca ahora a nosotros construir una sociedad en la que sea más redituable hacer el bien que hacer el mal, una en la que "el que la hace la paga" y en la que, como dice el dicho popular, "al que obre mal se le seque el tamal".

Llegó la hora de que en México ganen los buenos.

"Pobre pillo que piensa
que el probo es pendejo".

Yo