Ai' viene el coco

Ai' viene el coco

"Un mundo separado por el mismo Dios".
Nacho Cano
 


Hace unos días leí un interesante artículo titulado "Open Future" escrito por el afamado profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalem, Yuval Noah Harari (autor de los bestsellers Sapiens, Homo Deus y 21 Lessons for the 21st Century) que plantea la necesidad de crear un nuevo orden mundial "post-liberal" que combine las valiosas identidades nacionales con un ethos global.

Hoy que un nuevo nacionalismo mexicano ha comenzado a surgir, me pareció de suma importancia entender lo que Harari dice.

Recomendando leer el artículo completo (https://www.economist.com/open-future/2018/09/26/we-need-a-post-liberal-order-now) a continuación traduzco y comento algunos extractos:
 
Por muchas generaciones, el mundo ha sido gobernado por lo que hoy llamamos "orden liberal global". Detrás de ello está la idea de que todos los humanos compartimos experiencias fundamentales, valores e intereses y que ningún grupo humano es intrínsecamente superior a otro, por lo que la cooperación es más apreciada que el conflicto.

A pesar de que el orden liberal tiene muchas fallas y problemas, ha probado ser superior frente a las demás alternativas. Hoy el mundo (en conjunto) es más próspero, saludable y pacífico que nunca.

No obstante, muchas personas le han perdido la fe al orden liberal. Están de moda ópticas nacionalistas y religiosas que privilegian determinados grupos humanos por encima de otros. Cada vez más gobiernos restringen el flujo de las ideas, de los bienes y de las personas. Surgen muros por todas partes, inclusive en el ciberespacio.

La pregunta que hace Harari es: ¿Si el orden liberal mundial está colapsando, qué clase de nuevo orden puede sustituirlo?

Hasta ahora todos los que retan el orden liberal lo hacen sólo a nivel nacional. Tienen muchas ideas de cómo mejorar los intereses de sus propios países, pero no tienen una visión viable de cómo el mundo, como un todo, debe funcionar.

Los nacionalistas presentan la globalización, el multiculturalismo y la inmigración como el enemigo imaginario (el "coco") que amenaza venir a destruir las tradiciones y las identidades de todas las naciones. ("Ai' viene el coco" es lo que nuestro Presidente infiere cuando increpa la época neoliberal).

Ven un mundo dividido en Estados nacionalistas, como un sistema de fortalezas amigables, pero amuralladas, cada una con sus propias y sagradas identidades y tradiciones. Imaginan un mundo sin inmigración, sin valores universales, sin multiculturalismo, pero con relaciones internacionales pacíficas y cierto intercambio comercial.

Muchas personas pensarían que ésta es una visión razonable. Sin embargo, todos los intentos que ha habido para dividir el mundo en naciones perfectamente delimitadas han terminado en guerras y genocidios. El problema es que cada fortaleza querrá siempre garantizar su seguridad y prosperidad a costa de las fortalezas vecinas, y sin la ayuda de los valores universales y las organizaciones globales no es posible acordar reglas comunes.

Los nacionalistas más extremos niegan la necesidad de organizaciones internacionales. Ellos dicen: nuestra fortaleza debe subir sus puentes y el resto del mundo se puede ir "al carajo", cuando la verdad es que sin un sistema de intercambio global, todas las economías nacionales existentes colapsarían.

Repito lo que una y otra vez he dicho en este espacio: ningún país es una isla, dependemos y nos necesitamos los unos a los otros. El aislacionismo es un mito.

La única manera en que podremos sobrevivir y florecer en el siglo XXI es como Harari plantea: con una cooperación global efectiva.

Enfrentamos problemas mundiales que ni siquiera las grandes naciones pueden resolver solas, por lo que hace sentido ir más allá de simples acuerdos comerciales y sentirnos leales a la humanidad toda y al planeta Tierra, y no sólo a una nación compuesta por millones de desconocidos que viven en localidades que nunca hemos visitado.

Y mientras las grandes fortalezas se ponen de acuerdo, en la incipiente fortaleza llamada México, amurallada por la ignorancia y el miedo al "coco" que siempre la acompaña, el desafío es hacer que nuestras lealtades y el orgullo nacional que sentimos se anclen más en el saber, en la ética y las leyes que nos rigen, y menos en el folclor, la mediocridad y la charlatanería.