Democracia versada

 

Quiero pensar que AMLO sabe perfectamente que es una tontería hacer una consulta pública vinculante para decidir si se continúa la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) o se cancela, y en su lugar se construye en la Base Militar de Santa Lucía pistas para operaciones internacionales, manteniendo el aeropuerto actual sólo para vuelos nacionales.

Es tan obvia la tontería de someter a votación popular un asunto de esta naturaleza, que más bien pienso que la idea de hacerlo se debe a que la cancelación del NAICM fue durante su campaña un tema recurrente y un símbolo en el que se ancló buena parte del repudio popular a la corrupción, y hoy que le toca tomar la decisión de continuarlo o cancelarlo, tiene que encontrar una salida airosa frente a la opinión de expertos en la materia que afirman que la ubicación elegida para la construcción del NAICM es la mejor opción.

Es obvio también que los únicos votos que deben contar para una decisión que depende de miles de asuntos técnicos, ambientales y económicos, así como de consideraciones que tienen que ver con el turismo y el comercio internacional, con el desarrollo del País, el crecimiento de la población, etcétera, son los votos de los conocedores y expertos en la materia, y que yo llamaría una "democracia versada".
En este caso lo único que el nuevo gobierno puede y debe hacer es asegurarse que el NAICM se haga bien, auditando obras y revisando contratos.

Pero ¿cómo decirle ahora a los votantes, sin quedar como tonto, que al final de cuentas la obra del NAICM no es tan mala como parecía?

Fácil: delegar la decisión al pueblo, manipular la información previa a la consulta y hacer ésta a modo para que la opinión del "pueblo sabio" en materia aeronáutica y en tantas cosas más, coincida con la de los expertos y las obras del NAICM continúen.

Así todos contentos: el pueblo tomado en cuenta, los expertos respetados, los contratistas y/o concesionarios felices y el nuevo gobierno con su popularidad en el cielo.

Si algo hay que reconocerle a AMLO es su habilidad para maniobras políticas, y si las cosas son como creo que son, la consulta pública (a modo) como estrategia para librarse de una promesa de campaña inviable habrá de calificarse como genial.

Lo que este asunto nos dice es que no todo se resuelve ni se debe someter a votación.

No se pueden someter a votación popular decisiones que dependen de datos y conocimientos especializados, de la ciencia y la tecnología o de reglas de la naturaleza, como tampoco se pueden someter a votación los derechos humanos, las creencias y valores morales de la sociedad. Es equivocado pensar que si la mayoría quiere o decide algo es entonces lo correcto, lo que conviene o debe ser. Al contrario, y esta es una de las grandes deficiencias de la democracia, las mayorías tienden a ser ignorantes e incompetentes y en muchos casos nos llevan a cometer irracionalidades o estupideces masivas.

¿Qué pasaría si sometemos a votación por ejemplo, la obligación de pagar o no impuestos, o las tasas aplicables; qué religión debe permitirse y cuál prohibirse; si los que piensan y opinan distinto a nosotros pueden o no publicar sus ideas, ser nuestros vecinos...?

Sólo quienes han logrado dominar sus instintos animales y erradicar prejuicios saben que hay cosas que a la larga benefician a todos, incluyendo a las mismas mayorías que hoy se oponen a ellas.

No todo mundo entiende que para cierto tipo de decisiones la opinión personal no cuenta y que nos conviene funcionar en democracias versadas, cediendo nuestro voto a personas conocedoras, expertas y con la autoridad moral para opinar y decidir por nosotros (eso supuestamente deberían ser nuestros diputados y senadores).

Si sometiéramos todo a votación e hiciéramos caso a todo lo que las mayorías opinan, piden o quieren, la sociedad se desmoronaría y terminaríamos viviendo no bajo la lógica de las leyes y la razón, sino bajo la ley del más fuerte y la sinrazón.

Al final yo no creo en pueblos sabios, creo en individuos sabios y uno a uno en todos, y el riesgo de hacer caso a las mayorías en asuntos en los que los votantes somos ignorantes, es que podemos aprobar aberraciones como que dos y dos sean tres.

"Lo bueno de la democracia
es que cualquiera puede llegar al poder.

Lo malo de la democracia es que cualquiera puede llegar al poder".

Yo