El domingo pasado un hombre abrió fuego en una discoteca popular entre la comunidad gay de Orlando, Florida, matando a 50 personas e hiriendo a otras 53.

Una semana antes, en una céntrica cafetería de Tel Aviv, dos hombres dispararon a la concurrencia.

Tres meses antes explosiones simultáneas en el aeropuerto y metro de Bruselas mataron a decenas de personas. Seis meses atrás una oleada de ataques en Paris provocaron la muerte de mas de un centenar de personas...

Podría continuar enumerando cada uno de los ataques, ejecuciones, genocidios y limpiezas étnicas en los que millones de personas han muerto a causa del odio, de la xenofobia, de la homofobia, de las ambiciones de dinero y poder, y de los repetidos intentos por imponer las ideas o las creencias de unos a los otros.

Y no quisiera englobar todas estas locuras en un simple, insensible y doloroso etcétera, que le quita a las víctimas inocentes el respeto y memoria especial que merecen; que le resta gravedad a las masacres y que diluye la obligación que tenemos de recordar y de hacer justicia.

Nadie sabe el daño que causa, ni puede medir las consecuencias de vociferar expresiones de odio, ofensivas, injuriosas o hirientes, que involucran una actitud de desprecio hacia personas de diferente raza, diferente credo, diferente sexo u orientación sexual.

 Nadie sabe como va a reaccionar una persona que ha sido denigrada o agredida verbal o físicamente, si simplemente callará o acumulará rencores que pasado el tiempo explotarán de maneras insospechadas.

   Nadie sabe tampoco el odio que siembra, y las mentes que envenena cuando en el seno familiar o en los distintos grupos sociales se utilizan y aceptan como válidas expresiones misóginas, antisemitas, homofóbicas o xenofóbicas, o cuando se discrimina a los demás con estereotipos negativos, esa patología social basada en generalizaciones, percepciones, rumores, exageraciones o información falsa.  

   El problema derivado de los estereotipos negativos, consiste en que "un grupo es considerado como una amenaza para la subsistencia y estabilidad de la comunidad. Una amenaza no solo a la integridad física, sino a la posición privilegiada de los grupos dominantes” (Historias y Estereotipos / McMahon y Quin )

   Estereotipos como el que las mujeres son amas de casa, que son tontas, incapaces de manejar máquinas, quejosas y con cualidades que no les permiten acceder al liderazgo, son los que han tenido la mujer sometida durante siglos a la voluntad de los hombres que quieren mantener los privilegios de tener una o varias mujeres a su servicio y para satisfacer sus antojos.

 Hace unos días el retrógrada y misógino Obispo de Alcalá de Henares en España se atrevióa decir que “las mujeres ya están pensando mucho por su cuenta y que habría que quitarles el voto” y que "el feminismo es un proceso de la deconstrucción de la persona" Así, como si nada.

Sepámoslo: El desenlace último de la discriminación y los discursos de odio, es la violencia.

     Por eso es tan delicado etiquetar o referirse a personas o grupos sociales con generalizaciones prejuiciadas como por ejemplo, afirmar que  los argentinos son pedantes, los gallegos brutos, los musulmanes terroristas, los judíos avaros, o los homosexuales promiscuos y pedófilos. Por otro lado, algunos pretenden justificar ofensas sistemáticas alegando su derecho a la libertad de expresión.

No saben o no les conviene aceptar el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que estableció que ofender, descalificar o agredir con prejuicios y estigmas, constituyen un acto de discriminación y una categoría del discurso de odio, y no una extención de la libertad de expresión.

Nos guste o no, tenemos que aprender a vivir con las diferencias, y la única manera que hay para eliminar prejuicios, es tomarse el tiempo para  conocer a los otros, a los diferentes. Si lo hacemos, nos llevaremos agradables sorpresas al descubrir que muchas de las cosas que pensábamos simplemente eran incorrectas, que en todos lados podemos encontrar personas valiosas, y que pese a todas la diferencias, el dolor y las lágrimas son iguales. 

"Para los otros nosotros somos los otros"...