Antiadictos o antinarcos

 

Hace unos días salió una nota en los periódicos diciendo que la incontrolable demanda estadounidense de opiáceos no sólo provoca el aumento de muertes por sobredosis, sino también una feroz lucha de los cárteles mexicanos por ganar mercados ilícitos, con incremento de violencia y homicidios, y que para intentar detener esto, Estados Unidos y México anunciaron la creación de un nuevo grupo antinarco (una vez más).

Es más que claro que la estrategia seguida hasta ahora para combatir el narcotráfico no sólo no ha funcionado, sino que el número de adictos ha aumentado y se produjo una era de violencia nunca vista que cambió la imagen de México en el mundo. Hasta nuestro anterior estereotipo de rancheros con sombrero dormidos bajo un nopal cambió por el de gánsteres con botas de vaquero y pistolas de oro.

Cada vez que como mexicano estoy frente a extranjeros, particularmente de Estados Unidos, invariablemente surgen preguntas acerca de la violencia e inseguridad en las calles y centros turísticos del País. Y como si fuese yo Embajador de México o tuviese información privilegiada, salgo "al quite" para intentar explicar y convencerlos de que a pesar de la mala fama y del número de muertos, vivimos en relativa calma y es seguro vivir y visitar México.

Para ello comparo la violencia mexicana con la violencia en Estados Unidos diciéndoles que mientras en aquel país las balaceras son dirigidas a la población civil (Ej. ataques a escuelas), en México la violencia ocurre entre los propios grupos criminales o entre éstos y policías, y los civiles que eventualmente resultan muertos podríamos llamarlos daños colaterales no intencionados.

Les digo también que en última instancia el problema existe por la enorme demanda de drogas de la sociedad norteamericana; que no hay manera de que éstas lleguen a los consumidores sin la complicidad y corrupción también de aquel lado de la frontera, y que para resolver este problema bilateral hay que atacar la causa (la demanda) y no sólo la consecuencia (el suministro).

En otras palabras, en lugar intentar inútilmente acabar con los "proveedores" mejor veamos la manera de reducir el mercado que atienden a niveles que vuelvan inviable el negocio y en lugar de perseguir, denunciar y eventualmente encarcelar a los vendedores mejor identifiquemos y "denunciemos" a sus adictos clientes, pero no para castigarlos o discriminarlos, sino para ayudarlos a salir de su adicción.

Si la fortuna que anualmente se invierte en la guerra contra el narcotráfico se invirtiese en la prevención y combate a las adicciones y tenemos éxito en ello, la consecuencia sería doblemente benéfica: tendríamos una sociedad más sana, y habremos hecho que un negocio dañino sea menos rentable, con mucho menor capacidad corruptora, y con tendencia a desaparecer por sí solo en el tiempo. Aceptémoslo: mientras haya mercado habrá proveedores. Así funciona hoy el mundo.

Debemos entender que lo que los narcotraficantes buscan al final no es matar gente, sino ganar dinero, y si el dinero en este caso viene de los consumidores, me parece mucho más fácil, barato y seguro combatir las adicciones de personas desorganizadas y generalmente pacíficas, que combatir narcos ricos, poderosos y violentos.

Con la actual estrategia si alguien denuncia a un narco corre el riesgo de que sus sicarios lo maten, en cambio si identificamos un adicto, y el Estado pone a su disposición y de manera gratuita clínicas de recuperación y apoyo, su familia en lugar de darnos un balazo nos dará las gracias.

Así que en lugar de continuar con una estrategia antinarcos, iniciemos una antiadictos, a la que además se puede sumar toda la sociedad convirtiéndonos todos, particularmente los familiares y amigos de los consumidores, en una especie de corporación policiaca "antiadicciones".

Cambiemos la estrategia y exijamos lo mismo a nuestros vecinos del norte, en donde radica la mayor parte del consumo, y en vez de infiltrar bandas y territorios de narcos para atraparlos, infiltremos escuelas, universidades y colonias para identificar adictos y sacarlos del problema.

Combatamos el narcotráfico con ciudadanos voluntarios, trabajadores sociales y clínicas de rehabilitación en lugar de con policías, soldados y cárceles.

"Si México es trampolín de las drogas, tapemos la alberca".

G. Díaz Ordaz