Régimen de consecuencias

Régimen de consecuencias

 

Imposible no hablar de la experiencia de visitar la ciudad de Shanghái en donde por motivos de trabajo estuve hace unos días.

Edificios de más de medio kilómetro de altura (632 metros de altura tiene la famosa Torre Shanghái) y cuyas fachadas se iluminan por la noche, con efectos e imágenes como si se tratara de pantallas de televisión de cien niveles; señalizaciones en el piso de los cruceros de las calles que utilizando placas de concreto translúcido iluminan los "pasos de cebra" en rojo cuando no se debe cruzar y en verde cuando el paso está permitido y en sincronización con los semáforos; macetas de flores en las banquetas o colgando de los postes de iluminación, y en cada uno de ellos, cámaras que videograban día y noche la actividad y movimientos de los automóviles y transeúntes. Una ciudad vigilada que disuade cualquier intención delictiva.

Me di cuenta del alcance y severidad de las leyes chinas, cuando me platicaron que el tiempo que transcurre entre la detención y la ejecución (pena de muerte) de, por ejemplo, un violador, es de tan sólo tres meses y la ejecución se lleva a cabo de manera ejemplar, arrodillando al violador frente a su familia para luego darle un balazo en la nuca. Y por si fuera poco, a la familia del ejecutado le cobran la bala.

Acusados por venta de drogas y asesinato han sido sometidos a juicios públicos en estadios y ejecutados frente a miles de personas inmediatamente después de la sentencia.

Cámaras por todas partes, policía secreta y sanciones ejemplares meten al orden a todo mundo, si no por convicción, por miedo a las consecuencias.

¿De que otra manera se podría gobernar un país con más de mil 300 millones de habitantes? ¿Perdonando delincuentes y consultando a los ciudadanos?

El resultado de la aplicación draconiana de las leyes es un país en el que la seguridad no es un problema. Su tasa de asesinatos es similar a la de Inglaterra y Canadá, y menos de la mitad que la de Estados Unidos.

La razón porque México, con una población 12 veces menor, tiene un problema de seguridad mucho mayor, es el régimen de impunidad que impera. La impunidad por delitos generales es nada menos que del 99.3%. Con incentivos de este tamaño es prácticamente imposible abatir la delincuencia.

Aquí nos sorprendemos si una persona es arrestada por haber cometido algún delito, cuando debiera ser al revés, que nos sorprendiéramos si una persona luego de delinquir sigue en la calle como si nada hubiera pasado. Aquí se encarcela sólo a los tontos que entran a negocios y actividades ilícitas sin saber corromper.

Pienso que la razón por la que la mayoría de los legisladores se opone a sanciones severas, es porque todos tienen cola que les pisen o porque su vida económica está basada no en sus sueldos, sino en la venta de influencias. Si el problema de seguridad en México es de magnitud extraordinaria como lo es, lo que debería hacerse aunque fuese temporalmente, es aplicar sanciones extraordinarias que inhiban la comisión de delitos hasta que los índices criminales y de impunidad bajen a niveles de países considerados seguros o menos corruptos.

No nos debería asustar que a un violador o a un secuestrador le apliquen la pena de muerte si viola o secuestra. Que se asusten los que tienen intenciones de violar o secuestrar. En China hay 55 delitos por los que se puede aplicar la pena de muerte, incluyendo el de corrupción. Si así fuera acá, quisiera ver que un funcionario público se atreva a robarse el dinero de todos, si lo que se juega en ello es la vida. En China basados en una virtud moral inspirada en las ideas de Confucio, hay leyes que hasta obligan a los ciudadanos a visitar regularmente a sus padres ancianos. La pena por no estar al pendiente de los padres es incluir su nombre en una "lista negra" que regula el acceso a créditos y a empleos, o el recibir beneficios sociales. Mero sentido común que si bien no premia la responsabilidad, sanciona la irresponsabilidad.

La única manera de revertir la inseguridad e impunidad que está ahogando a México, es con incentivos para hacer el bien en lugar de incentivos para hacer el mal, como lo es la imposición de penas ridículas a los delincuentes comunes y la corrupción que permite a todos burlarse de la ley y de los ciudadanos decentes.

"Es preferible vivir con miedo a los castigos que con miedo a los delincuentes".

Yo